Propósito y reputación van de la mano. Y saber hacer partícipes de esos valores a los distintos stakeholders puede suponer una verdadera palanca de crecimiento y mejora. Y es que, más allá de los grandes datos y las cifras, en buena parte el éxito de una compañía va unido al vínculo emocional que se genera con sus públicos de interés.
Es por ello que podemos afirmar que el propósito empresarial es la clave de la reputación. Pero no basta sólo con definirlo, sino que hay que activarlo, de forma que exista coherencia entre lo que somos, lo que hacemos y lo que decimos.
Porque la reputación no se construye solo a través de la imagen que damos con nuestra comunicación empresarial, sino que es un proceso de expresar un valor que surge desde el interior de la propia organización (el propósito), impacta en los públicos internos y se exterioriza hacia el conjunto de grupos de interés de cada compañía.
En esta tarea, el dircom tiene un papel crucial, ya que ahora no solo tiene el papel tradicional de comunicación corporativa y gestión de medios, sino que también tiene el reto de transmitir todos esos valores diferenciales y generar el impacto social que se pretende conseguir.
En este sentido, es importante saber adaptar esos valores en función de los distintos públicos, porque, en palabras de Jesús Álvarez, responsable de Merco Empresas, Líderes y ESG España, “una misma organización no se percibe del mismo modo por un analista financiero que pretende recomendar una inversión que por un ciudadano normal, un consumidor final”.
La correcta representación de los valores y el propósito ayuda a crear y mantener una percepción social positiva de las organizaciones. Y cuando esto ocurre, se obtiene reputación y reconocimiento, y según Jesús Álvarez, “eso es un valor que quizás al principio no se refleja en el balance corporativo, pero que no tardará en verse en la cuenta de resultados”.