El Diario El Universo recoge en su Informe Empresarial los resultados de Merco Líderes Ecuador 2024, y la tribuna de opinión de José María San Segundo, CEO de Merco.
La reputación de una empresa y la de su líder están estrechamente conectadas. Y es que, si bien es cierto que la reputación de una compañía afecta de manera directa a la figura de sus directivos, también es indiscutible que la del CEO condiciona la percepción pública de la organización.
Tampoco cabe duda de que una empresa y su líder pueden impulsar el liderazgo global realimentándose mutuamente porque hay una relación de círculo virtuoso entre el liderazgo corporativo y el liderazgo personal de quien dirige la organización.
Y aunque en ocasiones puedan surgir complicaciones para crear estas sinergias, hay que reconocer su importancia y perseguirlas, pues esta combinación de liderazgo personal y corporativo contribuye a crear una imagen de la empresa como una entidad confiable y con propósito.
Aquellos líderes visionarios que entienden esta interdependencia, además de fortalecer la reputación de sus compañías, consolidan su propio legado, demostrando que el liderazgo va más allá de los resultados financieros y los números, y se convierten, a su vez, en un motor de transformación social y empresarial. Porque un buen líder empresarial no sólo debe ser competente en la gestión empresarial, sino también ser capaz de transmitir valores y acercarlos a los diferentes públicos de interés.
Así vienen a demostrar, una vez más, los resultados de la 12ª edición de Merco Líderes Ecuador, el cual encabezan líderes cuyas empresas también se encuentran cada año entre las compañías con mejor reputación, según el ranking 100 de Merco Empresas. En esta ocasión, Isabel Noboa (Consorcio Nobis), seguida de Andrew Wright (Corporación Favorita), Santiago Peralta (Paccari), Luis Bakker (Pronaca), Roque Sevilla (Grupo Futuro), Michel Deller (DK Management), Angelo Caputi (Banco Guayaquil), Carla Barboto (Paccari), Carlos Cueva González (Grupo Difare), y Fidel Egas (Banco Pichincha) ponen de manifiesto nuevamente que el liderazgo personal no es un complemento, sino una pieza clave dentro del liderazgo corporativo.
Las empresas que no potencian la figura de su CEO tienden a perder relevancia y, en la mayoría de las ocasiones, se perciben como entidades abstractas o distantes que son «absorbidas» por su actividad operativa, lo que les impide competir frente a corporaciones que tienen un liderazgo humano más patente y definido. Por el contrario, las compañías que logran conectar su liderazgo interno con su reputación externa encuentran más fácil abrirse camino en mercados que cada vez se presentan más exigentes.
Una reputación sólida y alineada, que bebe del liderazgo personal y del corporativo, trae muchos beneficios. Juega un papel crucial, por ejemplo, en la atracción de talento, ya que los mejores profesionales buscan trabajar en empresas donde los líderes son vistos como referentes. También facilita las alianzas estratégicas o ayuda a fortalecer la relación con los distintos stakeholders.
Entre los retos, encontramos la necesidad de mantener una coherencia constante, la transparencia en la comunicación, la capacidad de adaptarse a los constantes cambios y a un compromiso auténtico con los valores éticos y la sostenibilidad. Pero no hay otro camino.
Mantener el círculo virtuoso entre la reputación empresarial y la del líder es fundamental para garantizar el éxito a largo plazo en un entorno competitivo como el que vivimos en la actualidad.
El líder tiene la responsabilidad de actuar como un verdadero embajador de los valores corporativos, asumiendo un papel visible y humanizando a la empresa, mientras que la compañía debe respaldar su liderazgo mediante acciones consistentes que afiancen su reputación. Este intercambio simbiótico refuerza la imagen de ambos y genera un impacto positivo en la percepción pública, permitiendo a las empresas navegar con éxito incluso en momentos de crisis o mayor incertidumbre.
José María San Segundo
CEO de Merco